jueves, 28 de agosto de 2008

La última vida en el universo


Del director Pen-Ek Ratanaruang. (La película es sólo pretexto para escribir. Pero es una muy buena película.)

Distancia y sueños que quedan para nosotros ocultos. Momentos y luces encarnadas entre líneas. Colores... tan importantes son los colores. La distancia no sólo está; es y transcurre. Pero sin líneas, colores y sueños, no. Instantes. Relámpagos silenciosos. Sólo así abarcamos lo que… lo que ahí.

Sombras no hay sin algo que cubrir.

Hoy no tengo espacio en el librero. No hay mucho espacio ya en el cenicero. Sin embargo hay gran cantidad de instantes en ambos. Son como debe ser cada palabra en ellos, cada ceniza en ellos. Una cortina en casa de mi abuela, dejando pasar la luz por pequeños espacios. Alguna vez dormí en el sillón de su casa. Alguna vez desperté a media noche. La luz de la calle sólo podía invadir la sala por esos pequeños espacios.
Cada palabra debiera ser como ellos, abriendo una inmensidad a sus espaldas.

Y hay veces que la inmensidad nos aplasta contra el frente. Y sólo podemos marcar pequeños agujeros en él. Y seguimos sintiendo la inmensidad que quiere escapar al mundo. Aquella que desde dentro oprime cada víscera y expande el cuerpo. Esa misma que es contenida por aquella que oprime por detrás de las palabras ajenas, y oprime las vísceras desde fuera.

Todo se reduce al habla. Todo se reduce a la vida de las palabras. Y en medio quedamos nosotros. Condenados a soportar el lenguaje. Lo terrible que, cuando somos capaces de soportarlo, señalamos con la palabra que se consume por su ombligo. ‘Bello’ es la palabra, y bella es ‘la palabra’.

sábado, 9 de agosto de 2008

Dans la Mer


Canción de Léo Ferré

L'albatros

Souvent, pour s'amuser, les hommes d'équipage
Prennent des albatros, vastes oiseaux des mers,
Qui suivent, indolents compagnons de voyage,
Le navire glissant sur les gouffres amers.

A peine les ont-ils déposés sur les planches,
Que ces rois de l'azur, maladroits et honteux,
Laissent piteusement leurs grandes ailes blanches
Comme des avirons traîner à côté d'eux.

Ce voyageur ailé, comme il est gauche et veule!
Lui, naguère si beau, qu'il est comique et laid!
L'un agace son bec avec un brûle-gueule,
L'autre mime, en boitant, l'infirme qui volait!

Le Poète est semblable au prince des nuées
Qui hante la tempête et se rit de l'archer;
Exilé sur le sol au milieu des huées,
Ses ailes de géant l'empêchent de marcher.

Charles Baudelaire, 1859

El albatros

A menudo, por divertirse, los hombres de la tripulación
cogen albatros, grandes pájaros de los mares,
que siguen, como indolentes compañeros de viaje,
al navío que se desliza por los abismos amargos.

Apenas les han colocado en las planchas de cubierta,
estos reyes del cielo torpes y vergonzosos,
dejan lastimosamente sus grandes alas blancas
colgando como remos en sus costados.

¡Qué torpe y débil es este alado viajero!
Hace poco tan bello, ¡qué cómico y qué feo!
Uno le provoca dándole con una pipa en el pico,
otro imita, cojeando, al abatido que volaba.

El Poeta es semejante al príncipe de las nubes
que frecuenta la tempestad y se ríe del arquero;
desterrado en el suelo en medio de abucheos,
sus alas de gigante le impiden caminar.

Traducción de Enrique López Castellón

Im Garten


Narración de Johannes M. Ackner

Der Panther
(Im Jardin des Plantes, Paris)

Sein Blick ist vom Vorübergehn der Stäbe
so müd geworden, dass er nichts mehr hält.
Ihm ist, als ob es tausend Stäbe gäbe
und hinter tausend Stäben keine Welt.

Der weiche Gang geschmeidig starker Schritte,
der sich im allerkleinsten Kreise dreht,
ist wie ein Tanz von Kraft um eine Mitte,
in der betäubt ein großer Wille steht.

Nur manchmal schiebt der Vorhang der Pupille
sich lautlos auf -. Dann geht ein Bild hinein,
geht durch der Glieder angespannte Stille -
und hört im Herzen auf zu sein.

Rainer Maria Rilke, 6.11.1902, Paris

La Pantera
(París, en el Jardin Des Plantes)

Su vista se ha cansado de tanto ver pasar
los barrotes, que no retienen nada.
Le parece que hubiera mil barrotes
y tras los mil barrotes ningún mundo.

El suave andar, de pasos elásticos y fuertes,
que se vuelve en el más mínimo círculo,
es cual danza de fuerzas en torno a un centro,
donde aturdida está una gran voluntad.

Sólo a veces se aparta, sin ruido, la cortina
de la pupila... Entonces una imagen penetra,
atraviesa la calma en tensión de los miembros...
y deja de existir dentro del corazón.

Traducción de Federico Bermúdez-Cañete

Recomendación

BEGOTTEN


Una genial película, sobre la cual basta decir que es del año 1991, del director Elias Merhige, que no tiene diálogos, y que es en blanco y negro (sin tonos intermedios).
Supuestamente basada en el génesis e inspirada por una experiencia cercana a la muerte.
Gran película que comienza con las siguientes palabras:

Language bearers, photographers,diary makers,
You with your memory are dead, frozen
Lost in a present that never stops passing
Here lives the incantation of matter
A Language forever...

Like a flame burning away the darkness

Life is flesh on bone convulsing above the ground

sábado, 2 de agosto de 2008

De la Mirada a la Figura

Al verla tan limpia y lisa me dije “hoy se queda en blanco”. Pero algo me impulsa a mancharla con esto que sólo se descubre conforme avanza la mirada. Hoy hablamos de la mirada, eso que nos hace reconocernos en nuestra debilidad, en nuestra vulgaridad. Alguien por ahí mencionó “Las Meninas” de Velásquez; cómo en aquel cuadro nos descubrimos por las miradas que apuntan a nosotros sin que nosotros seamos parte del conjunto, parte de la escena que pueden alcanzar las miradas. Pero más allá de esa forma de conformación y reconocimiento, más allá de todos esos intentos por no caer en las categorías erróneas, la mirada de los otros es algo terrible y grandioso. Tan importantes son esas miradas, que creamos todo un mundo sólo para ellas, máscaras, poses, miles de formas de ocultar nuestra propia debilidad que queda al descubierto en ellas para nosotros. ¿Será que nos queremos ocultar a nosotros mismos? o ¿sólo será a las miradas de los otros? Sea como fuere hay siempre algo que ocultar. Todos mienten, y eso es condición de posibilidad del transcurrir mismo de la vida. ¿Cómo podríamos ir por ahí en una completa desnudez nuestra? ¡No!, quedaríamos reducidos a un ovillo recluido en la soledad de algún oscuro rincón, no podríamos actuar, vivir. Para eso inventamos al hombre, para poder vivir inventamos Un hombre, ese que cada vez somos nosotros.

Pareciera ser que hay algo de trágico en todo este vivir. Nos vemos arrojados del mundo hacia el horizonte del mismo, o lo que es lo mismo, nos vemos invadidos por el desarraigo. Ahí está el mundo y, sin embargo, no estamos en él, nos es ajeno, no conforma un hogar. Las condiciones del surgimiento del arrojo y desarraigo deberán quedar por ahora en las sombras del discurso. Pero es algo que cualquiera podrá recordar haber sentido, o estar sintiendo ahora. Así, desde el horizonte del mundo nos vemos carentes de un puente hacia éste. Intentar correr hacia el mundo sería como tratar de alcanzar corriendo nuestra sombra cuando se escurre frente a nosotros, o intentar colocarnos debajo de la luna cuando la mañana se acerca. No hay forma de llegar la mundo. ¿Arrojarnos a él? Un vacío de sentido se nos abre a nuestros pies, esa vacío de sombras que se nos presenta adverso, amenazando con diluirnos con sus sombras. En fin, que no hay forma de trazar un puente al mundo. Y es aquí cuando logramos contemplar esas orillas del horizonte en el cual nos encontramos, y hayamos en ellas la mirada, o las miradas que contemplan con igual extrañeza el mundo. Y así, las figuras comienzan a trazar puentes. Por aquí la de hombre me permite dar el primer paso, por allá la de trabajo me inserta de lleno en el mundo. Se trazan puentes y se trenzan los puentes y quedan libres las miradas para vagar en el mundo sin que puedan recordar qué puente ha sido el que las ha llevado al mundo, y sin que puedan dar marcha atrás.

¿Qué son pues ahora esas miradas? Son hombres, son mujeres, son padres, son maestros, son máscaras y sombras. Todas y cada una de ellas han sido contorneadas por figuras, delimitadas, constituidas, limitadas, determinadas por figuras. Y con el tiempo se erigen estatuas para recordar a todo mundo las figuras. Quedan impresas incluso en el corazón de las miradas. Y las figuras se juntan para llevar sus trazos más allá de la individualidad. Y forman figuras de figuras y nace la familia y nace el estado y nace un mundo llevado de la mano por las figuras.

Sin embargo este mundo es aún un mundo de miradas que reconocen su condición de arrojo y desarraigo. Se dan pequeñas explosiones que nos arrojan al horizonte, pero solo para deslizarnos por las redes de la figura hasta la vida en el mundo. Lo terrible es precisamente lo que posibilita la explosión. Y el arte es esa bomba que patentiza lo terrible con la fuerza necesaria para arrojarnos. Aún cuando el arte mismo sea una figura, es de las pocas, si no es que la única, que tiene la fuerza suficiente para reventar su propia condición de figura.

Y por hoy ya ha sido suficiente la violencia ejercida contra la página en blanco. Habrá que dejar que sean otros los que sigan ejerciéndola más tarde, que para eso ha sido creado este espacio.
Sólo me queda dejar una imagen, un cementerio en Kyoto, fue lo primero que me vino a la mente cuando pensaba en el mundo lleno de figuras.